Vacaciones de Primavera en Miami
Ir de vacaciones a la
playa a parrandear en cualquier sitio es un sueño que tienen los estudiantes
universitarios y desde que yo entré en la universidad pensé que sería algo muy
chévere y que era algo que tendría que hacer algún día antes de que me gradúe. En
mi último semestre en la universidad hice eso. Pues, la verdad es que no
parrandeaba como yo quería cuando empecé en la universidad. Para mi este viaje
no era para rumbear, emborracharme, desmayarme en la playa por haber tomado
demasiado tragos, sino que era para conocer la cultura hispana que tenemos aquí
mismo en nuestro país.
Mi compañero (Derek) y
yo llegamos a Miami a las cinco de la mañana el 16 de marzo a una casa de
venezolanos que yo pensaba que nos iban a matar por haber llegado tan tarde.
Sin embargo, uno de nuestros anfitriones (Jorge) nos dio una bienvenida sin
matarnos y solo nos abrazó y nos dijo que estaba muy contento de que habríamos
llegado bien a la casa. Derek y yo subimos nuestras maletas y fuimos a dormir
por algunas horas.
Al despertar, fui a la
cocina porque escuché ruido abajo y quería presentarme al otro anfitrión
(Daniel), el cual era venezolano también. Nos presentamos y hablábamos un poco.
Yo le dije a Daniel que yo quería comer comida venezolana y le pregunte si
sabía de un lugar cerca de la casa. Daniel me dijo que había un lugar que
quedaba muy cerca que se llamaba El Arepazo 2 y ahí, como delata el nombre,
vendían arepas.
Daniel me mandó el
domicilio por whatsapp y Derek y yo fuimos a buscar el restaurante. Después de
perdernos por 40 y pico minutos, habíamos llegado con un hambre que no se puede
imaginar… Exagero un poco, pero igual tuvimos hambre y ¡estábamos listos a
comer!
Pedimos nuestra comida
en esplanglish. Derek pidió una arepa con carnitas de cerdo marinada en salsa
de barbacoa y una gaseosa Colombiana que se llamaba “Colombiana” y yo pedí una arepa que se llamaba “El
Ranchero,” y también una gaseosa Colombia. Mi arepa venía con cerdo marinado en
salsa de barbacoa y llevó salchicha adentro y le dio un sabor inolvidable a la
arepa.
Toda la gente en el
restaurante hablaba en español, puro español. Los televisores que tenía el
restaurante tenían todo en español. El ámbito en este lugar era increíble, es
como si estuviéramos en Venezuela.
Después de almorzar,
fuimos a un bar para tomarnos una cervecita y hablar sobre nuestros planes para
la semana. Pedimos una cerveza madrileña que se llama Mahou. Me gustó mucho esa cerveza y digo- Lo
siento Wisconsin- que era mejor que el Spotted Cow. Después de tomarnos la cerveza, decidimos que íbamos a
salir con los venezolanos a celebrar el Día de San Patricio.
Llegamos a “nuestra”
casa para arreglarnos para salir a una discoteca que quedaba en Brickell- un
barrio urbano y el principal distrito financio de Miami y el todo el sur de la
Florida. No me acuerdo el hombre de la discoteca, pero la parranda era una
chimba (chimba colombiano y no venezolano). Casi toda la gente ahí era latino.
Había cubanos, venezolanos, hondureños, colombianos, argentinos y otros países
suramericanos. Ponía salsa, reggaetón y bachata. Aunque yo no bailaba bien, yo
disfruté toda la noche en esa discoteca. La gente allá sabía bailar bien, sabia
moverse y todos los pasos de baile parecían naturales para esa gente. Yo en
cambio, me costó mucho bailar con ellos ya que no lo hago tanto. Sobre las 3 de
la mañana volvimos a casa para dormir y empezar otro día.
Derek y yo nos
despertamos sobre la una de la tarde el día siguiente. Nos arreglamos y fuimos
a comer en un restaurante se llama Delicias de España. Pedimos dos bocadillos de tortilla de patatas y para
tomar yo pedí una estrella Galicia (otra cerveza, se los juro que no tengo
problemas) y Derek pidió mate. La comida sabía deliciosa y era completamente diferente de lo que habíamos comido
el día anterior en el restaurante venezolano. Lo curioso era todos los meseros
eran cubanos pero habían vivido por algún tiempo en España. Nuestro mesero- se
me olvidó su nombre- me dijo que cuando su visa española caducó se mudó a Miami
para empezar su vida de nuevo. Me pareció muy interesante su historia aunque no
hablamos por mucho tiempo. El señor me recomendó un postre que era francesa
pero los españoles lo adoptaron en su cultura y agregaron chocolate a este
postre. Se llama soufle y quería comer toda la torta porque nunca he comido
algo mejor en mi vida. ¡Que viva España!
En el último día en
Miami los venezolanos querían darnos una despedida. Jorge y Daniel cocinaron hamburguesas
riquísimas y Derek les enseñó jugar Beer Pong estilo Wisconsinite. Mientras
Derek dominaba el juego-como siempre lo hace- yo hablaba con Jorge sobre sus
pensamientos de la vida, por sus razones de estar en EE.UU. su filosofía de la
vida, cosas que me interesan mucho. Aprendí muchas cosas de Jorge, cosas que
voy a llevar conmigo para toda mi vida. Yo pienso que cuando hablamos con gente
de otras cultures nos hace romper nuestros prejuicios que tenemos contra otras
culturas y nos hace entender el mundo que nos rodea. Creo que esto es la única manera
de enriquecerse la vida.
Voy a extrañar Miami
mucho y la cultura que tiene, pero sobre todo voy a extrañar toda la gente que conocí.
Yo sé que un día muy pronto voy a volver a verme con mis nuevos amigos
venezolanos y vamos a hablar como si yo estuviera ahí todo este tiempo. Les recomiendo
a todos que viajen a un lugar donde no haya una cultura “americana” para que
puedan ver algo nuevo. No tiene que ser algo hispana-pero lo recomiendo-sino
algo nuevo. Si no quieren viajar a un país para conocer o experimentar una
cultura nueva, no se preocupen, Miami es el lugar. Ahí hay de todo para probar
y experimentar, la única cosa que hay que hacer es llegar y gozar la cultura y
la compañía de la gente.